Por José Luis Ricón

 

 

Introducción

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En el campo de la psicología, existe un área en particular que se ha hecho bastante famosa por su uso de peculiares dilemas morales, especialmente el llamado problema del tranvía o del trolebús. La psicología moral estudia cómo razona la gente sobre asuntos morales y utiliza tales dilemas para examinar las intuiciones morales de los individuos.

La historia reciente de la psicología moral (Al menos, en la era post-Kohlberg) tiene sus raíces en gran medida en el trabajo de Jonathan Haidt, que postuló una serie de valores contrapuestos (Cuidado/Daño, Pureza, Igualdad, Autoridad, Lealtad y Libertad) para explicar las creencias morales. A las investigaciones dentro de este paradigma debemos otros experimentos mentales que han alcanzado cierta fama:

“Suponga que su perro muere por causas naturales ¿estaría dispuesto a comérselo?”

«¿Qué le parece que dos hermanos tengan relaciones sexuales entre sí incluso aunque las tengan de forma segura y sin que nadie lo sepa?”

Estas preguntas tratan de suscitar en el interpelado emociones fuertes, pues Haidt concibe la moral como un asunto fundamentalmente emocional. En sus trabajos iniciales, parece que dejó cierto espacio para la razón, pero en las últimas versiones de su teoría (véase el libro The Righteous Mind), la razón tiene un rol casi testimonial, actuando como un «relaciones públicas» de los sentimientos morales.

Haidt se hizo famoso también como pionero en el estudio de los juicios morales de los libertarios: un grupo relativamente pequeño entre la población de todo país, pero sobrerrepresentado entre los filósofos. En el modelo de Haidt, las filosofías altamente abstractas como el kantianismo, el utilitarismo o el libertarianismo son rarezas, que se explican recurriendo al autismo, o a alguna otra desviación de la neurotipicidad.

Pero la razón también parece jugar algún papel en la Psicología Moral. Joshua Greene publicó una serie de trabajos hace unos años (Las conclusiones de los cuales están compiladas en su libro, Moral Tribes), argumentando que la moralidad, como el razonamiento en general, sigue un modelo de dos sistemas: Existe un sistema automático y sentimental que la gente suele usar a menudo (Como el Sistema 1 de Kahneman) y un modo racional, frío y calculador basado en pruebas empíricas (Sistema 2). Este segundo modo es el que Greene vincula con el utilitarismo.

Al margen, el libro de Greene abrió un sub-campo dentro de la filosofía (véase, por ejemplo, la reseña que hizo Erik Wielenberg acusando a Greene de contradecirse), que orbita alrededor de la cuestión de si estudios como estos, que prueban que unos u otros juicios morales van vinculados a emociones, pueden servir como motivos para abandonar o aceptar una teoría ética. O, en otras palabras, si el hecho de que un individuo totalmente racional, libre de toda pasión y sesgo fuese utilitarista (o kantiano, o libertario), supone un argumento a favor de tal sistema ético y una prueba de la posibilidad de construir una moral basada en la razón (contra David Hume). Como puede suponerse, se trata de una cuestión no resuelta.

Tiempo después, el modelo de dos sistemas comenzó a recibir críticas teóricas y metodológicas, principalmente de Guy Kahane, uno de los autores del trabajo que vamos a comentar a continuación, (v., Kahane et al., 2015a y 2015b). Entre otras cosas, estos trabajos muestran que los psicópatas parecen ser muy utilitaristas, lo que no cuadra con lo que sabemos sobre los psicópatas: parte del utilitarismo es la imparcialidad respecto al bienestar de todo ser sintiente, y el psicópata medio suele preocuparse poco más que por sí mismo.

Además, he revisado personalmente los dilemas morales que Greene usa en algunos de sus trabajos para medir el grado de utilitarismo de una persona. (v., por ejemplo, los que se encuentran en el material suplementario de  Greene et al. 2004).  Y yo, que no soy utilitarista, puntúo muy alto en esos tests de utilitarismo. La base de mis respuestas no es el utilitarismo, así que esos tests no captan lo que deberían.

Esto nos lleva al trabajo que nos ocupa.

 

Beyond Sacrificial Harm: A Two-Dimensional Model of Utilitarian Psychology, por Kahane, G., Everett, J. A. C., Earp, B. D., Caviola, L., Faber, N. S., Crockett, M. J., & Savulescu, J. (2017),

 

Los autores tratan de diseñar una escala para medir cuán utilitarista es una persona que sea válida para la población general. Y hay que decir que, en gran medida, lo logran.

Primero, compilaron cientos de posibles preguntas para elaborar una escala. Para ello estudiaron tanto la literatura psicológica y filosófica relacionada además de compilar el propio conocimiento personal de la cuestión. El resultado final tenía que ser ser un cuestionario breve que pueda administrarse de forma sencilla en los estudios para medir el tipo de moralidad de los individuos. Para simplificarlo, emplearon análisis factorial, es decir, asumieron que hay una serie de factores “latentes” (no observados) que explican los datos que observamos. Por ejemplo, si hacemos un cuestionario con preguntas sobre deportes variados, preguntas sobre jugadores de fútbol y preguntas sobre cocina, y pedimos al modelo que saque dos factores, probablemente sacará un factor “cocina” y un factor “deportes”, mientras que si pedimos tres factores, extraerá un factor “fútbol”, otro “deportes” y otro “cocina”. Cada pregunta irá vinculada en mayor o menor medida a uno o más factores. Realizaron 10 análisis y fueron eliminando las preguntas que no aparecían en ningún factor. Con un tamaño de muestra de 960 participantes respondiendo preguntas, y empleando no una sino seis métricas de ajuste del modelo a los datos, podemos decir que es un proceso bastante robusto. El resultado final es una escala con dos subcomponentes (Oxford Utilitarianism Scale), que fue luego probada en otra muestra de 282 participantes diferentes para comprobar su eficacia.

La escala tiene dos subcomponentes: por un lado, la <<beneficencia Imparcial>>, que mide el grado en el que el sujeto percibe que está obligado moralmente para con los demás. Este subcomponente incluye preguntas como

“Si la única manera de salvar la vida de otra persona durante una emergencia pasa por sacrificar la propia pierna (de uno mismo), uno está moralmente obligado a hacer tal sacrificio” o

“Tan reprochable es hacer daño activamente como dejar de ayudar a alguien que lo necesita» (e.g. dejar morir  vs asesinar.

Recuérdese que, desde la perspectiva utilitarista, lo que importa no es la intención, sino el resultado, y en ambos casos, tanto si la muerte resulta de la acción o de la omisión, el resultado es la muerte de una persona

La segunda subcomponente es el <<daño Instrumental>>, que mide cuánto daño a otros se está dispuesto a aceptar para lograr un bien mayor. Incluye cuestiones como

Es moralmente correcto hacer daño a una persona inocente si ese daño es un medio necesario para ayudar a muchas otras personas inocentes” o

Si la única manera de asegurar el bienestar y felicidad de la sociedad es a través de la opresión política por un periodo de tiempo corto y limitado, entonces debe usarse la opresión política”, o

Es permisible torturar a una persona inocente si esto es necesario para proveer información que prevendrá un atentado terrorista que mataría a cientos de personas”

La escala detecta correctamente el gradiente de posiciones que van desde el Kantianismo y hasta el Utilitarismo de actos, con formas más débiles de utilitarismo y ética de la virtud entre medias.

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Los dos factores que encontraron no se correlacionaban mucho en su muestra de validación (r=.14). Nótese que los factores se extrajeron asumiendo factores latentes, como hemos explicado antes, no componentes principales. Esto hubiese provocado que, por diseño, las dos componentes estuviesen totalmente no correlacionadas. En una muestra de filósofos, de forma interesante, sí aparecieron correlaciones.Los autores apuntan a posibles explicaciones para esto, de forma especulativa: quizá la estructura del debate filosófico moderno está polarizada de esa manera, llevando a los participantes a adoptar posiciones correlacionadas (similar a lo que ocurre en occidente, donde en gran medida existe un eje izquierda-derecha político, pero este eje varía entre países, por ejemplo, en China las posiciones pro-mercado van asociadas con posiciones moralmente anti-conservadoras y viceversa (Pan y Xu, 2017)). Otras correlaciones de la escala, mostradas más abajo, indican que existe una correlación moderada entre psicopatía y la escala de <<daño Instrumental>>, pero no con la escala de <<beneficencia Imparcial>>. Esto es lo que explica los resultados de los trabajos de Kahane: A los psicópatas no les preocupa causar daño, pero al mismo tiempo no están dispuestos a ayudar a cualquiera de forma imparcial.

La empatía resultó tener una correlación baja-media con la escala de <<beneficencia imparcial>>, con una pequeña correlación negativa con la escala de <<daño Instrumental>>. Los autores apuntan que esto puede hacer al utilitarismo psicológicamente inestable: Si uno tiene una alta empatía que le mueve a ayudar a los demás, tiende a no estar muy dispuesto a hacer daño a otros para ayudar a más personas, y viceversa. Esto choca también con el modelo de Greene, que asigna al utilitarismo un sustrato psicológico racional. El presente estudio parece mostrar que la empatía puede estar detrás de la componente altruista, aunque también es cierto que la escala de empatía que emplean los autores incluye unas preguntas discutibles como sustituto de afirmaciones no emotivas. Preguntas como, por ejemplo, “Me siento mal por aquellos más desafortunados” no parecen un buen sustituto de afirmaciones no emotivas como “Creo que debo ayudar a aquellos más desafortunados”. Los autores dicen, a este respecto:

Mientras que un modelo unitario que considere al utilitarismo como racional y la deontología como emocional parecía estar respaldado por estudios anteriores que utilizaban dilemas que vinculaban los juicios prosacrificio a una deliberación (Greene et al., 2004), trabajos más recientes han relacionado tales juicios con la aversión reducida al daño (Cushman,Gray, Gaffey, y Mendes, 2012; Kahane et al., 2015).

Este último trabajo indica, por tanto, que los juicios prosacrificio son en gran medida producto de un cierto control de las emociones, o una emoción «reducida». De acuerdo con esta interpretación, en el presente estudio encontramos una asociación entre la subescala de daño instrumental y la psicopatía y la menor preocupación empática.

La dimensión positiva del utilitarismo también se ha afirmado a menudo como basada en la reflexión racional (de Lazari-Radek y Singer, 2012; Sidgwick, 1907) – El famoso argumento de Peter Singer (1972) de que no hay diferencia moral entre dejar morir a un niño ahogado y negarse a donar dinero para evitar muertes en países en vías de desarrollo apela a nuestra coherencia lógica, no a nuestro corazón. 

Sin embargo, el presente estudio también asocia la beneficencia imparcial con la preocupación empática, una disposición afectiva, de hecho, una que es exactamente la inversa de la asociada con el daño instrumental. Al mismo tiempo, ninguna de las subescalas está asociada significativamente a la realización de un esfuerzo cognitivo, un rasgo de la motivación típica de haber realizado un esfuerzo cognitivo deliberado para tomar la decisión.

Estos resultados son coherentes con otros estudios recientes según los cuales, los altruistas extremos – aquellos que habían donado un riñón a un extraño – exhiben mayor preocupación empática (Brethel-Haurwitz et al., 2016). 

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Es interesante destacar que el nivel de religiosidad también está ligeramente relacionado con la subescala de Beneficencia Imparcial (“Amarás a tu vecino…”), y dos medidas de ideología política (social y económica) también estaban correlacionados en alguna medida con la subescala de Daño Instrumental.

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¿Por qué es importante esta escala?

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Cabe imaginar que, cuando menos, la publicación de esta escala permitirá emplear menos dilemas del tranvía cuando se analice el desarrollo de los juicios morales y, por otro lado, cabe predecir que se usará la escala para medir el grado de utilitarismo directamente. Este trabajo recibirá muchas citas en los años venideros y apuesto a que se convertirá en uno de los trabajos centrales del campo. Seguramente seguiremos viendo dilemas del tranvía, pero ahora vendrán emparejados con una métrica robusta y teóricamente valida que permite medir si los juicios morales que hace una persona responden a una filosofía utilitarista.

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La expansión del círculo moral

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Para cerrar este post, hay una cuestión que plantea el trabajo y que sólo está, en parte, relacionada con él pero que merece ser examinada. Dicen los autores:

La moralidad secular moderna puede verse como una expansión gradual de nuestro círculo de preocupación moral para ir cubriendo a todos aquellos que nos son emocionalmente cercanos, que están físicamente cerca de nosotros o que son semejantes a nosotros hasta alcanzar, en el futuro a toda la humanidad o incluso a todos los seres sintientes (Singer, 1981; ver también Pinker, 2011). Utilitarios como Bentham, John Stuart Mill y, en nuestro tiempo, Peter Singer, han desempeñado un papel fundamental en este proceso, y han participado en las causas progresistas en general como la lucha contra el sexismo, el racismo y el «especismo»; han apoyado influyentemente la causa de la libertad política y sexual; y han sido actores clave en los intentos de erradicar la pobreza en los países en desarrollo, así como alentar actitudes más permisivas frente a la selección prenatal, el aborto y la eutanasia dentro de nuestras propias sociedades (Bentham, 1789/1983; Mill, 1863; Singer, 2011).

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La cuestión es si los utilitaristas históricos como Mill o Bentham tenían una moral parecida a la nuestra, en comparación a la que profesaban otros intelectuales de su tiempo. Ciertamente tenían una moral más parecida a la nuestra, comparada con la moral tradicional del inglés medio de hace unos siglos, pero para que la comparación fuera más exacta, habría que comparar a estos autores con otros intelectuales coetáneos.
Y no puedo cerrar sin comentar que, aunque parece plausible a primera vista, la teoría de la expansión del círculo moral no es, en mi opinión, correcta, (contra lo que piensan los autores del trabajo que comentamos y piensan también Steven Pinker o Peter Singer). Como señala Huemer (2015), pasar de una moral tradicional a una más moderna en términos de, por ejemplo, sexo premarital, o la pena de muerte o el aborto, o los derechos de la mujer de forma general no exige que se haya producido un ensanchamiento de nuestro círculo moral. En los países musulmanes, donde las mujeres se ven obligadas a llevar velo, o en los países africanos que practican la mutilación genital femenina, tales prácticas no se imponen para oprimir a la mujer, sino para protegerla. En definitiva, la teoría del círculo moral sí parece explicar la reducción de la violencia en general (contra desconocidos  o extranjeros), pero no explica el cambio de la moral familiar tradicional porque el «circulo» de los afectados sigue siendo el mismo.
De forma similar, la preocupación por el bienestar de los animales ha existido siempre (véase el Hinduismo o el Jainismo, e incluso la tradición judeo-cristiana). Es cierto que las leyes contra el maltrato de animales aparecen mucho más recientemente – entre 1600 y 1800 – y, desde entonces, las leyes han cambiado según se han producido avances en la Biología. Pero, precisamente, esto significa que el cambio en los valores, si se ha producido, ha venido precedido de mayores conocimientos. En algún momento en el futuro, reduciremos drásticamente nuestro consumo de productos animales, pero no porque los valores del utilitarismo se hayan impuesto, sino porque encontraremos sustitutivos baratos y sabrosos de la carne animal.   Cuando la diferencia entre dos chuletones idénticos, que saben igual, nutren igual y tienen el mismo aspecto, es que uno es más barato, y que el caro ha exigido algún tipo de sufrimiento por parte de un ser vivo y sintiente para su producción, sólo alguien que esté dispuesto a pagar por causar sufrimiento gratuito elegiría el chuletón natural. Y estar en contra del sufrimiento gratuito es uno de los principios morales más antiguos que hay.

Foto: @thefromthetree