Por Pablo Salvador Coderch

 

Ayer. Te arrojó agua a la cara. ¿Cómo estabas seguro de que no había salfumán? No se habría venido a ti con las manos desnudas. Aunque un loco siempre es posible.

Hoy. Te pregunta por una dirección. No pierdas de vista sus manos. Ojo a tu espalda. Sé educado. Distancia. Que no se te eche encima. Tu chaleco se solapa en los costados. Es una talla de más (por eso te lo quedaste). Deja tu cuello expuesto. Tagatana. El filo de la mano multiplicado por una cuchilla. Tu compañera, a un metro.

De noche. U2. Salen del concierto. Cincuenta y cinco mil personas. Veintiocho grados Celsius. ¿Qué hace un hombre joven, la mirada helada, sentado en un banco con un chaquetón de invierno puesto y abrochado? La mossa cruza su mirada con la tuya. Vamos a ver. Tú detrás. Llama.

Los casi diecisiete mil mossos d’ esquadra son policías profesionales, hechos a manejar en la calle situaciones como las tres que acabo de imaginar. Se juegan la vida con una mano atada por la ley a su espalda y, más de una vez, a lo largo de su desempeño profesional, habrán de decidir en un instante: “[D]eberán”, dicen, gemelas, la ley española y la catalana, “actuar con la decisión necesaria, y sin demora cuando de ello dependa evitar un daño grave, inmediato e irreparable”. Son los guardianes de la ley y del derecho: el oficio de los policías es hacer respetar la ley respetándola ellos mismos, a la vista de todos. Así, lo normal es que trabajen uniformados –hay policías de paisano, claro, pero el punto de partida es que, de servicio, van de uniforme. “[H]an de cumplir y hacer cumplir la Constitución, el Estatut … y la legislación vigente” y “han de actuar … con absoluta neutralidad política e imparcialidad” (artículos 5 de la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y 11 de la Llei 10/1994, de 11 de juliol, de la policía de la Generalitat – Mossos d’ Esquadra).

Están sujetos al poder civil, a la mayoría política gobernante. Pero no obedecerán órdenes manifiestamente ilegales: no son policía política, ni guardianes de la revolución, ni milicianos. Sus mandos naturales son su mayor y, luego, sus 15 comisarios nombrados por el conseller de interior de entre sus 43 intendentes, un cargo crucial, al que se accede por oposición. Los comisarios (no son) políticos (si lo fueran, se destruirían). El cuerpo les seguirá.  No a quienes les órdenes imposibles de cumplir ni a quienes les llaman “gossos” (“perros”, en catalán). No va a ser fácil. Lo saben bien.

Las oposiciones dentro del cuerpo garantizan prudencia, probidad y profesionalidad. Hay sutileza en ellas. Así, como tener pareja que también sea funcionario concede ventajas en los traslados, el sistema no predispone a las aventuras. Los (candidatos a) funcionarios tienden naturalmente a la estabilidad. El sistema no está diseñado para ser una policía política. No todavía al menos.

El cuerpo, una de las grandes recreaciones de la Generalitat de Catalunya, advertirá a todos que no violará la ley, pero que hacerla respetar solo es posible si la mayor parte de la gente está por la labor. Berga es inocupable. Y así son cientos de municipios catalanes. Solo a un loco se le ocurriría afrontar por la fuerza los conflictos políticos de un país con mil años de historia.

La policía sabe de sobras que ha de poder contar con la gente, que no puede enfrentarse con los más. Y no lo a hacer. Los catalanes somos vecinos de los franceses. Emmanuel Macron recordaba este 16 de julio los hechos trágicos de la Rafle du Vel d’Hiv, la redada del Velódromo de Invierno hace 75 años, y pedía perdón en nombre de Francia: en julio de1942, Francia puso a su policía al servicio de la deportación y muerte de una cuarta parte de los judíos de Francia. Pero la grandeza del país vecino estuvo en que muchos de sus policías y las más de sus gentes se resistieron, escondieron y salvaron a las restantes tres cuartas partes. Vean Un sac des billes. Lean a Timothy Snyder. En las instituciones, en las empresas, en las casas, en los caminos, hay que aguantar la embestida de los insensatos. Serenamente. La policía ayudará.