Tercera clase de «Tu Mejor Clase» con José María Rodríguez de Santiago · Catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad Autónoma de Madrid. La discrecionalidad de la Administración: Cómo manda la Administración cuando la Ley no manda.
Algunos de los mejores profesores del Almacén de Derecho impartiendo su mejor clase para 30 jóvenes abogados. Porque el derecho es divertido e intelectualmente fascinante.
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Se advierte en la charla una adhesión a los postulados ya defendidos por Luciano Parejo en aquella “batalla” de ideas, cuasi ideológica, mantenida con Tomas Ramon Fernández, sobre la discrecionalidad de la administración y en la que el profesor Parejo venia a defender la existencia de espacios “políticos” fuera del control judicial.
No le ocultare al autor mi alineación clara con la postura sostenida por Tomás Ramón, fuera de todo debate ideológico, por cuestiones puramente prácticas y conformes con el juego de los contrapoderes, justificado en la natural desconfianza en la bondad, no solo de la Administración, sino de cada uno de ellos en caso de no ser controlados.
Al fondo del debate, a mi juicio, se encuentran, entre otros asuntos, qué grado de control se deja al ciudadano frente a la administración que ordena su vida. Una ordenación cada vez más intensa e intrusiva y no por ello manifiestamente mejor. Se puede convenir en que la concreción de requisitos pueda no ser legislativa, pero deben existir herramientas objetivas que permitan un control real tanto de la elección de estos como de su cumplimiento en la resolución correspondiente. Solo una administración gestionada por una IA neutra sería capaz de ser confiable. Pero no parece que ese aparezca como un camino posible, en este momento.
No he leído su libro de la ponderación administrativa, que buscaré para hacerlo, pero su hipótesis entiendo que no debería desembocar en una merma de garantías para el administrado a la hora de controlar la acción de gobierno. Al fin y al cabo, y casi filosofando, la administración existe para servir al ciudadano con objetividad y buen criterio, pero, dada la multiplicación casi bíblica de administraciones, parece que es el ciudadano el que existe, vive y trabaja para servir a la administración.
En todo caso, interesante charla.