Por Jesús Alfaro Águila-Real

 

El empresario asume el riesgo de la producción o, más precisamente y como formulara Knight, la incertidumbre. La diferencia entre riesgo e incertidumbre en este sentido es la posibilidad de su previsión. Las compañías de seguro agrupan los riesgos que sufren los individuos de una población y pueden calcular la prima que permita cubrir todos los siniestros que se produzcan, porque pueden predecir cuántos siniestros se producirán aunque no puedan determinar a qué individuos concretos afectarán. La incertidumbre no puede eliminarse agrupando las incertidumbres individuales.

Recuérdese la diferencia entre riesgo e incertidumbre: el riesgo se puede calcular – asignar probabilidades a los distintos escenarios alternativos con precisión – a la incertidumbre, no porque no conocemos todas las alternativas ni la probabilidad con que esos escenarios se producirán. Si estamos en una situación de riesgo, (que haya un huracán) lo racional es calcular la probabilidad de que se produzca cada una de esas situaciones alternativas y tomar la decisión que maximiza las posibilidades de que se produzca la alternativa preferible. Es decir, la decisión requiere pensar en términos estadísticos, valorar todas las alternativas relevantes, todas las consecuencias y todas las probabilidades porque todas ellas son conocidas. En tales situaciones, no es deseable usar reglas heurísticas y si se usan es por “vagancia”, o sea, porque realizar el esfuerzo de cálculo es costoso

El empresario asume la incertidumbre de qué producir y cómo hacerlo guiado por (los precios de mercado) las que considera necesidades de los consumidores y la disposición a pagar de éstos (es decir, guiado por los precios). Saber qué producir y cómo hacerlo de la forma más eficiente requiere predecir el futuro. La competencia entre las empresas seleccionara a las que logran acertar en ambos aspectos: acertando en qué productos o servicios serán demandados por los consumidores y cuál es la mejor forma (a menor coste) de llevarlos al mercado.

Más exactamente, la competencia asigna la producción de los bienes o servicios a aquellos que pueden hacerlo a menor coste. Por eso, un sistema competitivo garantiza la eficiencia del sistema productivo, porque permite descubrir los costes de producir al expulsar del mercado al productor que sufre costes más altos, costes que éste no puede recuperar con los precios que obtiene en el mercado ante la presencia de otros productores que soportan menores costes y, por tanto, pueden vender a un precio menor. En el caso de los clavos, el mercado determina un precio para los clavos. Los que los fabriquen a un coste más elevado del precio de mercado, quebrarán y abandonarán el mercado. Lo que observaremos, transcurrido un tiempo más o menos largo, es que sólo quedan en el mercado aquellos fabricantes de clavo cuyos costes son inferiores al precio de mercado. Si uno de ellos logra reducir sus costes de producción y, para arrebatar a sus competidores a los clientes, los ofrece a un precio inferior al del mercado – pero suficientemente alto para cubrir sus costes – lo que observaremos, al poco tiempo, es que el nuevo precio de mercado – más bajo – habrá expulsado a aquellos fabricantes cuyos costes son más altos que éste. De este modo, la competencia entre fabricantes habrá “descubierto” quién puede producir clavos a menor coste.  La reducción de los costes se deberá, a menudo, a una innovación en la forma de producción. Los demás fabricantes imitarán la innovación exitosa o responderán con otra innovación. Esta es la dinámica de los mercados competitivos.

El empresario puede ser un individuo o, más corrientemente, una persona jurídica. Cuando la organización es compleja, la estructura de las personas jurídicas es jerárquica (H. Simon). El empresario actúa, en primer lugar, como nexo de todos los contratos que articulan las aportaciones de los participantes en la empresa, es decir, los titulares de los factores de la producción. Con ello se ahorra mucho porque, en otro caso, cada uno de los participantes en la empresa tendría que contratar con todos los demás participantes, lo que multiplicaría la complejidad de las relaciones. Al existir un individuo que gestiona el patrimonio a persona jurídica (un sujeto de imputación de derechos y obligaciones, un patrimonio que puede tener, por tanto, bienes, créditos y deudas) que actúa como nexo, el número de los contratos que hay que celebrar disminuye radicalmente. Es por esto que hemos dicho que, también, el empresario es un nexo para contratar. El empresario es, además, el encargado de realizar cuatro grandes funciones (Alchian/Demsetz).

  • Ha de medir la aportación que los restantes titulares de factores de la producción realizan al producto de la empresa (productividad marginal), esto es, determinar en qué medida cada miembro del equipo está contribuyendo a la producción en común. Como medir la aportación de cada individuo es muy costoso, la regla por defecto es la de actúar como si la aportación de cada individuo a la producción común fuera igualitaria.
  • Con tal medición, se podrá determinar la remuneración que corresponde al titular de dicho factor (el salario que haya de pagarse al trabajador, el tipo de interés que haya de pagarse al financiador o el precio por pieza que haya de pagarse a la empresa proveedora). En organizaciones más simples y que no se vean afectadas excesivamente por la competencia en el mercado de productos, el reparto se realiza igualitariamente porque, de ese modo, no es necesario ni medir la aportación ni determinar la remuneración de cada uno de los miembros (reducción de los conflictos). Conforme se desarrollan los mercados donde el grupo intercambia lo producido, los mercados de productos proporcionan información al grupo – al empresario – para medir con más precisión la contribución de cada individuo a la producción común y, con ello, ajustar la remuneración individual, abandonándose así la regla de la igualdad.
  • Ha de vigilar o supervisar que todos los participantes cumplan con las obligaciones que para ellos se derivan de los contratos con la empresa (que los trabajadores o proveedores no racaneen o no engañen de cualquier otra forma aportando menos, trabajando más despacio, proporcionando menos calidad o cobrando lo que no deberían cobrar). De nuevo, en organizaciones simples, donde todos los miembros del equipo se relacionan con todos, esta función no se encarga a un órgano especializado, sino que es realizada por todos los miembros del grupo (peer monitoring).
  • Por último, ha de castigar (en sentido figurado) a los participantes que no cumplan, normalmente expulsándolos de la empresa, es decir, dando por terminada la relación (despidiendo al trabajador; resolviendo el contrato con el distribuidor o con el proveedor etc.). De nuevo, en organizaciones simples y “totalitarias” en el sentido expuesto más arriba, la sanción se impone por todos los demás miembros del grupo de forma descentralizada.

Como hemos dicho, los precios de los productos que vende la empresa y la competencia en el mercado correspondiente disciplina a los empresarios en la realización de estas tareas. Los empresarios que puedan reducir más los costes asociados a esas tareas podrán vender los productos en el mercado a menor coste que otras empresas. Por tanto, como también hemos sugerido, el mercado de productos minimiza también los costes de la organización. Los empresarios peor organizados sufrirán costes mayores y quedarán expulsados del mercado. La producción para vender en el mercado, obliga a las empresas a organizar la producción en la forma descrita por Alchian y Demsetz y a abandonar las estructuras propias de las organizaciones simples. Ha de existir un empresario.

Los demás participantes en la empresa (trabajadores, financiadores, acreedores, proveedores, Estado) son los titulares de los factores de producción, esto es, de lo que se necesita para llevar a cabo la producción de bienes y servicios. En su condición de tales, son titulares de pretensiones fijas sobre los rendimientos de la empresa. Ya no se limitarán a recibir, cada individuo, una parte igual de lo obtenido por la empresa. Reciben una remuneración a cambio de aportar cantidades del factor de producción del que son titulares. Estos contratos entre los titulares de los factores de la producción y la persona jurídica son muy incompletos lo que hace que su estudio como si fueran contratos de intercambio semejantes a los que tienen lugar en los mercados sea muy insatisfactoria porque exige asunciones extraordinarias respecto de la racionalidad de los que son parte en los mismos y prescindir de los problemas de acción colectiva de los grupos titulares del factor de la producción que se aporta a la empresa.

El empresario es titular de una pretensión residual: su aportación a la empresa sólo será remunerada si queda algo de lo que han pagado los clientes por los productos o servicios de la empresa después de haber pagado a los demás el precio pactado en sus respectivos contratos a cambio de su aportación a la empresa.

El empresario es también el titular residual del derecho a tomar decisiones. Tiene el derecho a decidir lo que se hace con los activos en todas aquellas circunstancias respecto de las cuales no esté especificado ex ante (por un contrato o por la propiedad del activo) qué es lo que debe hacerse (Grossman/Hart). Lo normal es que el mismo sujeto tenga derecho a los rendimientos y al control residuales porque así se optimizan los incentivos para maximizar los ingresos que generen los activos ya que todas las ganancias extra que se obtengan serán para el mismo.

Es cierto que los activos físicos han perdido importancia en las empresas del siglo XXI porque han dejado de ser específicos y que lo decisivo es quién es el titular residual del recurso crítico (Zingales). Normalmente éste recurso crítico es el capital humano, que está en la base del éxito de la empresa (piénsese en una empresa de publicidad o en un despacho de abogados). El titular del recurso crítico puede abandonar la empresa llevándose consigo el recurso que, como decimos, constituye la base del éxito de la empresa. La consecuencia de esta evolución de los activos críticos es que si el titular de la pretensión residual a los rendimientos y el titular de los poderes residuales de decisión no coinciden con el titular de los activos críticos, la organización empresarial, tal como la conocemos, no funciona tan eficientemente. En alguna medida, la pérdida de valor del voto en las grandes corporaciones tiene algo que ver con esto.


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