Por Tiago Gagliano Pinto Alberto

El Presidente de la Suprema Corte brasileña ha abogado en varios eventos públicos por la adopción de un lenguaje más accesible en las decisiones judiciales. En un reciente acto organizado por la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP) dijo, en concreto:

Hay que acabar con la creencia según la cual quien habla complicado es inteligente. Generalmente, quien habla complicado no sabe de lo que está hablando. Ya tenemos problemas graves en el derecho, que es una terminología a menudo muy extraña. Somos capaces de decir cosas como: ‘en los foros, habiendo pluralidad de enfiteutas, se elige un ‘cabecel’. Es demasiado feo. Ya tenemos ‘embargos infringentes’. Hay ‘mutuo feneratício’. Perdónenme, pero parece una posición del Kama Sutra (AGENCIA ESTADO 2024, en traducción libre).

El discurso del Ministro sigue la misma línea del Pacto Nacional por el Lenguaje Simple lanzado por el Consejo Nacional de Justicia (CNJ), el cual se articula en torno a la simplificación del lenguaje en los documentos; concisión en las comunicaciones; formación, sensibilización y capacitación; tecnología de la información; y coordinación.

Pongamos algunos ejemplos de áreas distintas del Derecho:

(a) un médico, conversando con otro sobre su paciente, le escribe: «te envío un paciente que tiene una bolita en la garganta. Es grande, tiene forma de esfera y, al palparlo, genera una sensación dolorosa en el paciente»;

(b) un ingeniero conversando con otro: «Mira, la obra que estamos manejando es bastante compleja. Ese puente tiene que ser muy alto, rozando el cielo, y necesita utilizar algún material que se adhiera bien, además de que los espacios entre las vigas deben quedar más o menos separados»;

(c) un odontólogo conversando con otro: «Te derivo un paciente que tiene algo en uno de los dientes. Está oscuro, causa dolor y, por lo que vi, tiene un hueco entre dos dientes del mismo tamaño«.

Estos intercambios serían inconcebibles dentro del ámbito de la comunicación entre profesionales dado el papel esencial del lenguaje técnico en la simplificación de la complejidad. Por ejemplo, al referirse a una enfermedad como varicela en lugar de pústula, el médico proporciona una definición precisa de la enfermedad, describiendo sus características específicas, síntomas y opciones de tratamiento. La intención detrás del uso de terminología técnica no es excluir a personas ajenas al campo médico, sino brindar a los profesionales del mismo ámbito una definición exacta y clara de la condición que están analizando.

Luhmann explicó cómo los sistemas de comunicación utilizan el lenguaje para simplificar la complejidad, permitiendo que los sistemas sociales operen de manera más eficiente. Sus ideas sobre la diferenciación funcional entre sistemas sociales resultan especialmente útiles para comprender cómo el lenguaje técnico actúa dentro de dominios específicos. Aunque no se enfocan exclusivamente en el lenguaje técnico, las ideas de Habermas sobre la racionalidad comunicativa y el uso del lenguaje contribuyen a la discusión sobre cómo el lenguaje técnico ayuda a reducir la complejidad. La noción de «juegos de lenguaje» (Wittgenstein) resulta muy útil para comprender cómo el lenguaje técnico crea contextos específicos de significado que facilitan la comunicación dentro de áreas particulares del conocimiento. Los paradigmas utilizados por las comunidades científicas como prácticas y lenguajes compartidos que estructuran el conocimiento científico (Kuhn) pueden servir para analizar el papel del lenguaje técnico en la estructuración y simplificación de la comunicación dentro de comunidades y disciplinas específicas. De otro lado, si el lenguaje modela nuestro pensamiento y nuestra percepción de la realidad, el lenguaje técnico no solo simplificaría sino que también influye en nuestra comprensión de conceptos complejos (Andacht, Sapir/Lee Whorf, Parra).

Por tanto, la utilización del lenguaje técnico tiene un propósito definido: preestablecer los elementos, características y matices del concepto tratado. Así, en los ejemplos mencionados por el Ministro, a excepción del antiguo artículo 690 del Código Civil de 1916, el concepto de ‘embargo infringente’ (un recurso disponible en el antiguo derecho brasileño cuando la decisión de un tribunal no había sido unánime) sirve al profesional del Derecho para conocer, anticipadamente, cuándo procede, sus características, plazos, requisitos, viabilidad etc. El empleo de la expresión mutuo feneratício (préstamo a interés) implica la existencia de un mutuo que, además, se diferencia de otros contratos por sus características, límites, detalles, matices, etc. Mencionar embargos infringentes o mutuo feneratício entre profesionales del Derecho es, en comparación con los ejemplos anteriores, hablar de la presencia de una linfonodomegalia, distinguiéndola de un quiste tireogloso en el caso de un bulto en la garganta; o la necesidad de un concreto armado y pretensado en el caso de un puente; y, aún más, una desmineralización en los dientes provocada por ácidos, generando una caries en un diente específico, en lugar de una descripción sumaria. El objetivo del lenguaje se logra mediante términos técnicos, facilitando la comprensión entre profesionales del mismo campo, quienes entienden y delimitan con precisión el tema en discusión.

El lenguaje técnico no es excluyente ni antidemocrático; simplemente es… técnico. Su utilización contribuye a resolver problemas relacionados con el ámbito científico en el que se encuentra el asunto. No implica que deba existir una disyuntiva entre el lenguaje técnico y el acceso del ciudadano a la comprensión de su contenido. Dado que al ciudadano le interesa comprender todos los aspectos y la lógica de la decisión que lo afecta, incluso al ser parte de la comunidad de habla, es evidente que se deben considerar alternativas, principalmente para fortalecer el carácter democrático de las decisiones judiciales. Esto, sin embargo, no significa eliminar, diluir, reducir o apartar el lenguaje técnico, sino más bien explicarlo, lo cual puede lograrse de múltiples formas, sin perjudicar su utilización.

Al prevalecer la comprensión de la necesidad de una transformación radical y completa del lenguaje técnico hacia uno más simple en los actos judiciales, es posible que en el presente se observen algunos cambios y ajustes en las decisiones judiciales. Sin embargo, a mediano y largo plazo, la situación volverá al patrón anterior. Esto se explica fácilmente debido a que el lenguaje técnico no es feo, erróneo, antidemocrático ni algo reservado para personas que se consideran inteligentes, sino simplemente técnico y, como tal, necesario para comprender los conceptos jurídicos discutidos en conversaciones, escritos u oralmente, entre profesionales del ámbito correspondiente de conocimiento.


foto: Pedro Fraile