Por Jesús Alfaro Águila-Real
Tres observaciones sobre por qué el nivel medio de las publicaciones jurídicas de los académicos ha decaído.
1. Los trabajos dogmáticos deben estar redactados con claridad y sencillez y respetando las reglas gramaticales. El texto tiene que ser discutido en seminarios y congresos y revisados tras dicha presentación por alguien que escriba bien. Sólo se aprende a escribir bien si se leen muchos textos bien escritos (o se recurre al ChatGPT para que los revise). Detrás de cada joven profesor que escribe mal hay un catedrático que escribe peor o que incumple sus obligaciones. Las editoriales jurídicas españolas son las propias de un país subdesarrollado y no aportan valor.
2. Han de evitarse los trabajos descriptivos. Los juristas académicos no estamos para describir la ley ni resumir sentencias. Los que aplican el Derecho están inundados de información. Detrás de cada trabajo que resume la última Ley, Directiva o producto del soft law hay un joven despistado y un catedrático que no merece el cargo. Es una señal de pereza intelectual. Los trabajos tienen que plantear y resolver un problema práctico que encaje en una cuestión dogmática que tenga cierta dificultad y solera si no se quiere acabar descubriendo el mediterráneo en cada publicación.
3. Si no se es capaz de describir con claridad el problema y encajarlo en las categorías dogmáticas adecuadas, mucho menos se será capaz de resolverlo. Para eso, ha de seleccionarse la bibliografía correctamente, esto es, aunque no estén todos los que son, han de ser todos los que están. Detrás de las presencias indebidas en la lista de libros consultados hay un catedrático que no sabe distinguir la calidad o que concibe la academia como una familia.
Tres observaciones sobre las causas de este estado de cosas
1. La causa principal de la decadencia de la academia española es la falta de feed-back crítico entre los profesores. Nadie critica a nadie y, así, nadie recibe feed-back crítico.
2. Nos comportamos entre los profesores como hemos acabado haciendo con los alumnos, cuyo único objetivo es pasar lo más ligeramente posible por la asignatura, por lo que prefieren no saber qué piensa el profesor de su trabajo, no vaya a ser que les toque volver a hacerlo. Esta actitud del alumnado es también preferible para el profesorado viejo y hastiado que compone, en su mayoría, los claustros de las facultades de Derecho. El resultado es una sociedad de bombos mutuos y equilibrios de baja calidad.
3. El proceso es ya irreversible porque los que evalúan la calidad investigadora están en el núcleo de la práctica que nos ha llevado a la situación actual.
Y, en fin, tres observaciones sobre el encaje en la situación general del país
1. Somos un país mediocre que ha renunciado a la meritocracia.
2. Sólo una invasión militar extranjera o un ataque alienígena podría cambiar las cosas.
3. Toda generalización es injusta. Y esta, también.
Foto: JJBOSE
Habría que ver cómo se toma Ud. las críticas en su despacho, y cómo trata Ud. a abogados jóvenes y alumnos.
Le saludo entusiasmada con esta fuente de saber jurídico, que invita a la reflexión crítica y al replanteamiento de la manera de hacer vivir el Derecho. Si lo que se busca es el mérito, supongo que no están excluidas las juristas doctoradas no docentes, máxime cuando dice que la academia se ha convertido en una sociedad de elogios mutuos. ¿Me invita a publicar en su blog? ¿Cómo podría enviarle un artículo? Gracias profesor Alfaro. Espero su respuesta.
mi e-mail público es jesus.alfaro@uam.es