Por Jose Antonio Díaz Sánchez
“El que mucho abarca poco aprieta” o “Aprendiz de todo, maestro de nada” con esas citas empezaron todas y cada una de las tutorías con mi profesora de física y química del instituto, que también impartía clases en la UNED. Según su criterio los dobles grados eran una manera de desviar el foco de tu objetivo principal y, además, añadía que reducir ocho años de estudio a cinco y medio exige, necesariamente, mermar el contenido o la profundidad con la que se aborda.
Sin embargo, terminando mi grado en Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid me he percatado de que en muchos de los procesos de selección que incluyen dinámicas de grupo solo un veinte por ciento de los candidatos tienen el grado en Derecho y el resto han cursado dos. Esta es mi experiencia tanto en los procesos de selección para trabajar en alguno de los grandes despachos de abogados, como para acceder a los másteres de acceso a la abogacía en las universidades más prestigiosas de España. En ambos casos haber estudiado un doble grado es un plus y, en algún supuesto, es incluso una condición sine qua non para participar en el proceso de selección.
¿Cursar un doble grado es una barrera de entrada para llegar a lo más alto en el mundo de la abogacía? He tenido la oportunidad de discutir estos asuntos con socios de despachos de renombre y con recruiters de los mismos y me proporcionaron ciertas ventajas que aportaba el estudiar un doble grado en Derecho frente al estudiar únicamente el grado en Derecho que paso a analizar a continuación.
“Los egresados de doble grado en Derecho tienen la ventaja de que si el mercado de la abogacía no pasa por un buen momento pueden rotar a otra profesión gracias a haber cursado dos grados en uno. Y si es el mercado del otro grado el que está pasando por una crisis pueden volver a la abogacía.”
La diversificación es un punto a favor de elegir estudiar un doble grado. Pero no hay comidas gratis y la diversificación se logra, a menudo, a costa de los conocimientos adquiridos, lo que debería ser muy relevante en ámbitos como el de los despachos de abogados cuyo ‘patrimonio’ está formado casi exclusivamente por ‘capital humano’, el de sus socios y abogados.
“La nota de corte para entrar a doble grado son más exigentes, lo que implica que los dobles grados tienen mejores alumnos. Al haber mejores alumnos se retroalimentan entre sí pudiendo ir más rápido en las clases. Esto último atrae a mejores profesores. Finalmente, mejores profesores atraen a mejores alumnos, es decir, se configura una espiral ‘virtuosa’.
Esta afirmación parte de alguna premisa errónea. La nota de corte para entrar a dobles grados no es siempre superior a la nota del grado de Derecho. Para ahondar en esta imprecisión, compararemos las notas de corte del grado en Derecho en la universidad pública madrileña con la nota más alta de cada año con las del doble grado en Derecho que registre, asimismo, la nota de acceso más elevada en cada una de las universidades públicas de Madrid, según se recoge en la siguiente tabla:
Como puede observarse en la tabla, la nota media de los últimos cinco años del grado en Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid apenas difiere de la de dobles grados y en algunos cursos incluso resulta superior.
Es cierto que mejores profesores atraen mejores alumnos y viceversa, lo que conduce a priori a pensar que los dobles grados contarían con mejores profesores. Pero es dudoso que tal sea el caso en las facultades de Derecho con mayor nota de acceso para el grado en Derecho.
Así, si tomamos el funcionamiento interno de la Universidad Carlos III de Madrid, que conozco bien, las asignaturas son iguales para grado que para doble grado, los coordinadores de las asignaturas son idénticos y la mayoría de los exámenes son de cátedra, compartiendo así criterios de evaluación y contenidos. Tanto es así que, en las optativas, que son grupos más reducidos y suelen ofrecerse en un único turno, los alumnos del grado en Derecho y los de doble grado comparten aula.
Además, es notorio que el doble grado implica una mayor carga lectiva, circunstancia que los propios docentes reconocen y que, en ocasiones, se traduce en una cierta flexibilización de criterios de evaluación como permitir que los parciales sean eliminatorios o rebajar la nota mínima exigida para poder superar la asignatura.
En fin, los planes de estudio de los dobles grados, tienen mucho menos margen de elección de optativas relacionadas con derecho (tanto el grado como el doble grado tienen solo 30 ECTS optativos para elegir y esto provoca que, con frecuencia, los alumnos del grado en Derecho opten por un mayor número de asignaturas directamente vinculadas con Derecho que los de doble grado, si bien sería preciso un análisis caso por caso).
Este análisis indica que las ventajas en términos de signalling (los estudiantes de doble grado mandan una ‘señal’ de calidad en términos de capacidad de trabajo e inteligencia cuando eligen cursar dos grados simultáneamente) de los dobles grados pueden no compensar sus costes en términos de aprendizaje. La multiplicación de asignaturas, con la consiguiente e inevitable reducción del contenido de cada una de ellas, permite barruntar que, para los estudiantes que tienen claro que su vocación es la jurídica, puede ser preferible estudiar solo Derecho en una facultad cuyos criterios de acceso sean exigentes.
foto: Pedro Fraile
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