Por José María Martín Olalla

 

La defunción en España sigue siendo, a mediados del año 2022, mayor de lo que era normal antes de que en marzo del año 2020 se iniciara el brote de la COVID-19.

Es un hecho incuestionable que se aprecia analizando la defunción anual (la correspondiente a un año civil) y la defunción interanual (la ocurrida en el año natural inmediatamente anterior a un instante). En el año 2000 se computaban 600 mil defunciones en España. Mejor dicho, la población española actual (47 millones de habitantes con una edad mediana de 44 años) habría computado 600 mil defunciones en el año 2000 (entonces solo había 40 millones de residentes y su edad mediana era 37 años). En el año 2019 la población española actual habría producido 425 mil defunciones, un 30% menos. Este espectacular cambio se debe a la mejora de las condiciones asistenciales y a la mejora en la prevención de muertes accidentales. Normalmente no accedemos a esta información porque usamos otra métrica: la esperanza de vida al nacer, que pasó de 79.3 años (2000) a 84.0 años (2019). La esperanza de vida al nacer se calcula exclusivamente a partir de la tasa de mortalidad observada en un año civil para cada grupo de edad y sexo; indirectamente muestra cómo de bueno o de malo ha sido el año en lo que respecta a la defunción.

Entonces llegó el brote epidémico de la COVID-19 y esta tendencia a la reducción de la defunción, quebró.

En el año 2020 se registraron casi 500 mil defunciones generadas en dos grandes oleadas: la de primavera del 2020 y la de otoño-invierno. La defunción anual retrocedió a valores del año 2008; la esperanza de vida al nacer pasó a la de 2010, 82.4 años: 12 y 10 años de retroceso respectivamente.

El año 2021, la campaña de vacunación trajo una caída en la defunción anual: el año 2021 fue mucho mejor que el 2020 si quiera porque salían del cómputo los terribles meses del 2020 y entraban en el cómputo meses menos terribles. El año registró 450 mil defunciones, similares a las del 2018. Son un 5% más que las registradas en el 2019 y un 7% más que lo que se habría podido computar si la tendencia descendente anterior al brote epidémico hubiera continuado tres años más.

El año 2022 está siendo peor que el año 2021. La tendencia de regreso al comportamiento anterior al brote epidémico se frenó al inicio de la primavera del año 2022. Desde entonces las semanas de 2022 computan más muertes que las correspondientes del año 2021 y la defunción interanual crece. Usando el último dato del INE (final de julio del 2022) hay 460 mil defunciones en el año anterior (desde agosto del 2021). Un 8% más que la defunción anual del año 2019 y un 11% más que el valor esperado si la defunción anual hubiera continuado la tendencia de los años previos a la pandemia. El mes de agosto empeorará estos registros. Se prevé,  por tanto, que la defunción del año 2022 será peor que la del 2021 y que la esperanza de vida al nacer volverá a bajar. Pero es solo una hipótesis. Podría ocurrir que en estos primeros meses del año 2022 el exceso de defunción se deba a personas que habrían fallecido a lo largo del año 2022 pero más tarde y que, por tanto, el otoño-invierno presenten mejores datos. La defunción anual y la esperanza de vida al nacer son insensibles a cómo se distribuyen las defunciones a lo largo de un año civil: solo importa el balance final del año.

Siempre es complejo hacer un análisis por grupo de edad, porque involucra a tamaños de defunción muy diferentes: en un año murieron 120 mil personas de más de 90 años y 6400 menores de 40 años. Las desviaciones en grupos numerosos son estadísticamente más sólidas que las desviaciones en grupos pequeños. Referido al año 2021 los grupos que muestran diferencias más grandes con el 2019 son los más jóvenes (10% para menores de 40 años) y grupos de entre 55 y 70 años, también con un 10%. Los grupos más avanzados (más de 75 años) se comportan mejor (desviación menor del 5%).

Es complicado analizar qué impide que la defunción anual aún no alcance las cotas esperadas antes de la COVID-19, entre otras cosas porque no hay otra situación similar con la que comparar. La defunción interanual sube y baja según un invierno sea ‘duro’ o suave, porque haya mucha incidencia de gripe o no. Pero son oscilaciones menores que las asociados a la COVID-19. En cambio, es fácil especular sobre las causas. Mi idea más sugerente es que las condiciones que propiciaron el descenso de la defunción y el aumento de la esperanza de vida han quebrado. La nueva normalidad de la defunción es otra. O, al menos, la recuperación de la tendencia anterior va a ser más lenta de lo deseado. Esto es habitual en fenómenos bruscos: la señal varía rápidamente cuando ocurre una perturbación grave; la señal tiende más lentamente a la situación anterior cuando la perturbación cesa.

Dentro de esta posible nueva normalidad van a seguir apareciendo fenómenos identificables que causen ascensos en la defunción interanual. Particularmente el verano de 2022 ha sido malo para la defunción por el impacto de la ola de calor. Aquí sí disponemos de un término de comparación. El verano del 2022 ha sido climáticamente muy parecido al verano del 2003, ligeramente más cálido. AEMET ha publicado ya su balance del verano del 2022 resultando ser el peor de la serie histórica (que empezó en el 1961) al sobrepasar al verano del año 2003. El pico de defunción que se observa en el verano del 2022 es totalmente comparable en tamaño al pico de defunción que se observó en el año 2003. Y esto va a tirar de la defunción interanual aún más hacia arriba cuando el INE publique los datos del mes de agosto. La desviación será seguramente mayor en los grupos de edad más avanzados.

 

Explicación gráfica

Hay una dificultad al comparar la defunción de un año con la defunción de años pasados: la variación del tamaño de la población y el cambio de su estructura (envejecimiento o rejuvenecimiento). Por eso en todas las figuras que se recogen a continuación he empleado la misma base poblacional: el último dato de población residente del INE desagregado por sexo y grupo de edad. En todas las figuras la defunción del 2022 es la que proviene directamente del INE o del Monitor de Mortalidad. La defunción de los años anteriores está reconstruida para la población actual. El efecto es mínimo en los años 2021, 2020 y 2019. Cuanto más hacia atrás más significativa es la corrección porque mayor es el cambio del tamaño de población y de su estructura. La corrección es tal que cambia la tendencia: la defunción anual bruta (sin corregir) no ha dejado de crecer en España a lo largo del siglo XXI porque el aumento de la población y su envejecimiento han sobrepasado a las mejoras asistenciales.

 

Evolución de la defunción anual e interanual en España desde el año 2000 Defunción y esperanza de vida al nacer

Defunción anual e interanual en España (eje de la izquierda) y esperanza de vida al nacer (eje de la derecha. Este eje crece hacia abajo: cuando la defunción decrece la esperanza de vida al nacer crece) desde el año 2000 hasta el año 2022. La defunción y la esperanza de vida al nacer de los años 2021 y 2022 son provisionales.

Comparación de la defunción en los años 2022 y 2021.

Comparación de la defunción en el 2021 y el 2022

La defunción semanal en el año 2022 (negro, Monitor de Mortalidad) y en el año 2021 (azul, INE).Se puede apreciar con todo detalle cómo a partir de la semana 9 del año (principios de marzo) la defunción del 2022 no ha ido descendiendo, a la par que la del 2021. Esto causa un aumento en la defunción interanual que es perceptible en la figura anterior.

 

Comparación de la defunción años 2003 y 2022

Comparación de la defunción en España durante los años 2003 y 2022

La defunción semanal en España durante los años 2022 (negro) y 2003 (azul). Ambos años estuvieron caracterizados por intensas olas de calor en verano. Son los más cálidos registrados en la serie histórica de AEMET.

El centro de atención aquí es la desviación de la defunción en los meses de verano. Sin entrar en cálculos, solo con esta información visual, se aprecia que ambas perturbaciones son similares.