Por José Juan Moreso

 

Barcelona, a 11 de enero de 2020

 

Querido Alfonso,

Dado que has tenido la amabilidad de replicar a mis breves comentarios a tu anterior post en Almacén de Derecho y, también, la amabilidad de acoger esta respuesta mía por parte de Jesús Alfaro, me animo a seguir el debate.

Estoy de acuerdo con mucho de lo que dices, tal vez en algunos puntos no me expresé con claridad.

Por un lado, yo también opino que el ‘procés’ ha sido la causa de una dolorosa división entre los catalanes, una división que ha producido una peligrosísima dialéctica amigo/enemigo entre nosotros. Lo experimento incluso en mi familia (tengo cinco hermanos, tres hermanos y dos hermanas, que tienen visiones diferentes como es natural acerca de la política, desde uno bastante conservador a otra muy izquierdista, pero los cinco me consideran tibio, ‘españolista’, vaya…). Soy muy consciente del mal que esto ha generado, un mal que costará mucho curar. Un mal, por otro lado, que se expresa en algo terrible: los de aquí, contra los de fuera. A veces se dice que es de los ricos contra los pobres. Esto es inexacto. Lo que dicen los estudios serios al respecto (Oller, J.M., Satorra, A. & Tobeña, A.,     Pathways and legacies of the secessionist push in Catalonia, Linguistic frontiers, economic segments and media roles within a divided society, Policy Network Paper,14 October 2019), es que la correlación más clara se da entre los que hablan en catalán en casa (80% votan a partidos independentistas) y los que hablan español (casi 80% votan partidos no independentistas). Tal vez como consecuencia de ello también hay una correlación entre los ingresos, dado que la media de ingresos de los que hablan catalán en casa es superior. Lo que quiero decir es que este triste enfrentamiento no es fundamentalmente un enfrentamiento entre ricos y pobres, como a menudo se dice, aunque dada esta correlación, también es lamentablemente un enfrentamiento entre ricos y pobres.

Por ello, cuando lo venía venir, escribí el artículo en El País al que te refieres. Soy amigo también de Félix Ovejero y de Ricardo García Manrique. En ese sentido, mi apelación a la opinión de los amigos españoles de fuera de Cataluña era imprecisa, lo concedo. Pero, lo que había detrás de lo que quería decir era sólo que era la opinión de la mayoría de mis amigos españoles de fuera de Cataluña (los que tienen esta posición son, en Cataluña, minoritarios). No era, en absoluto, adoptar la visión de una Cataluña con una sola voz, Cataluña es plural como toda España es plural, afortunadamente.

Por otra parte, cuando decía ‘la mayoría de su Parlamento’ y ‘su gobierno’, no adoptaba ninguna versión identitaria, quería decir solamente que cuando la mayoría de un parlamento ‘regional’ (en un Estado ‘compuesto’) expresa una opinión, las instituciones estatales deben tomarla en serio y colocarla en la agenda política. Y, esto -al menos, hasta ahora- no se ha hecho nunca. Sigo pensando que una buena hoja de ruta era la Re Secession de 1998 de la Corte Suprema del Canadá, sobre lo que escribí un texto para el homenaje a los cuarenta años de Constitución, publicado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (Moreso, J.J.: ‘Lecciones canadienses: sobre democracia, constitucionalismo y federalismo’ en B. Pendás (dir.), E, González, R. Rubio (coords.), España Constitucional (1978-2018). Trayectorias y Perspectivas, Tomo II, (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2018), 1657-1673).

Ello no justifica, naturalmente, que ese Parlamento se aparte de las reglas del juego, ya dije y lo subrayo que lo que ocurrió en el otoño de 2017 fue la más descomunal deslealtad constitucional desde el 23F. Nada, en mi opinión, la ampara ni la justifica, ni siquiera la excusa.

Otra cosa sobre las decisiones judiciales en este caso: bien sabes que, en trabajos diversos, he insistido en la distinción hartiana entre infalibilidad y definitividad de las decisiones judiciales últimas, incluso le he puesto un nombre, ‘la doctrina Julia Roberts‘. Siempre digo, en broma, que tal vez como estudié durante la transición, para mí la idea de que los últimos Tribunales pueden equivocarse era lo más natural del mundo, incluso que nuestro Tribunal Supremo (TS) tendía a equivocarse: recuerdo perfectamente que nuestros profesores de Derecho penal, por ejemplo, cuando explicaban una cuestión, casi siempre decían que la posición del TS, la primera que comentaban, estaba rematadamente mal!! Pero, bromas aparte, lo que quiero decir es que todas las decisiones judiciales en este asunto han de estar abiertas a la crítica razonada y razonable. En eso estamos plenamente de acuerdo. Sólo me interrogaba acerca de la razón de que los que pensáis que el TS ha decidido conforme a Derecho, no tengáis más en cuenta las decisiones de Tribunales europeos no-españoles al respecto, que obviamente también han de ser criticados, pero que tal vez puedan servir para revisar -si es el caso- vuestra posición. Y lo decía, fundamentalmente, para mostrar que Ferrajoli tenía razones no sólo políticas para no abonar la vía del TS, sino también jurídicas. Por cierto, me temo que en estos supuestos las cuestiones políticas y las jurídicas se entrecruzan irremediablemente. Ya decía Tocqueville que en los Estados Unidos no había cuestión política relevante que no acabase siendo también una cuestión judicial. Pero mi punto, en el que tal vez discrepemos, es que la vía penal no puede ser la más importante de las vías usadas por las instituciones del Estado ante el procés. Mira, Alfonso, ayer tuvimos un seminario con Timothy Endicott (el profesor de Oxford al que bien conoces) en la UPF, fino jurista y gran filósofo del Derecho, y cenando el jueves nos dijo que en Gran Bretaña sería impensable poner a Nicola Sturgeon en la cárcel. Yo le hice notar que la política escocesa no cometió ningún delito ni actuó nunca unilateralmente, y él lo reconoció, pero dijo -como Ferrajoli- que no veía ningún modo de resolver el problema con los líderes independentistas en la cárcel. Esto es lo que quería decir con la opinión de nuestros colegas extranjeros, creo que la opinión de Timothy es la opinión más generalizada allende nuestras fronteras, es la de Luigi y es la mía.

Last, but not least, los Estados no son fines en sí mismos, ningún Estado, son sólo instrumentos para hacer honrar y respetar los derechos de todos y para procurar las bases del bienestar de todos. Sólo las personas somos fines en sí mismos. Eso hace que la composición actual de las fronteras es, desde el punto de vista normativo, contingente y arbitraria. No hay, by default, razones normativas concluyentes a su favor. Hay razones pro tanto, es claro. Y creo que, en el caso de España, esas razones pro tanto son tan fuertes que debemos luchar porque se conviertan en razones decisivas. Pero esto comporta un mínimo consentimiento de los gobernados, o ¿crees tú que podría mantenerse con un 75%, por decir algo, de los catalanes en contra? En este sentido, no es comparable a situaciones en donde están en juego los derechos básicos de las personas, aunque un 90% de los ciudadanos de un lugar estuvieran a favor de la discriminación por razón de raza, hay razones decisivas para oponerse a dicha discriminación. Pero, según creo, si hubiera tal mayoría a favor de la secesión no me parece que habría razones decisivas en contra. O, ¿tú piensas que sí? En mi opinión, esta no es fundamentalmente una cuestión de derechos, sino una cuestión política que debe ser resuelta políticamente. Por ello decía, entremos en el fondo de la cuestión y mostremos que el mejor modo de rendir honor a los derechos y procurar las bases del bienestar de todos es mantener la unidad de España, una España plural como la que comenzó a alumbrarse en nuestra transición democrática.

No soy optimista, la verdad, el daño hecho a los lazos que trenzaban la sociedad catalana es inmenso. Sin embargo, de nuevo habrá que sumar al pesimismo de la inteligencia el optimismo de la voluntad. Por ello, creo que no deberíamos cerrar antes de hora la ventana de oportunidad que ahora se abre (y, por cierto, no enredarnos en discutir las formas, ¿por qué no puede haber diálogo entre partidos, comisiones en los dos Parlamentos y también, por qué no, diálogo entre los dos gobiernos?, siempre -claro- en el marco constitucional).

Por cierto, algo muy menor: lo que quería decir de Cantallops, que por supuesto tiene todo el derecho a expresar su punto de vista y a participar en el debate en los términos que considere adecuados, era que referirse a Cataluña como ‘las provincias del nordeste español’ no era un buen modo de acercarse al problema. Porque sugiere algo, que se dice a menudo en las redes sociales y en este debate, que Cataluña nunca existió, porque hasta el siglo XII había solo un conjunto de condados carolingios, y a partir del siglo XII era parte de la Corona de Aragón. Algo que es parcialmente verdad, claro, pero que es compatible con la existencia de una comunidad cultural que, ya en 1300, era obvia para un observador cualificado como Dante. Y como este asunto va, en gran medida, de lo que ha sido denominado la política del reconocimiento, la expresión ‘las provincias del nordeste español’ distan de mostrar el reconocimiento necesario para la concordia.

Al final, discúlpame, me salió un comentario demasiado extenso. Como bien dices, tal vez es mejor dejarlo aquí y proseguir, ya en persona, más adelante este diálogo, para mí fructífero, te lo aseguro, porque no siempre comprendemos bien a los demás si no escuchamos con calma todos los matices de lo que piensan y dicen.

 

Un fuerte abrazo,

 

JJ


foto: Dublin, Miguel Rodrigo