Por Íñigo del Guayo Castiella

 

Gaspar Ariño Ortiz nació un 6 de enero de 1936 en Valencia y murió el pasado 5 de enero de 2023 en Madrid, la víspera de su octogésimo séptimo cumpleaños. Su vida ha sido fecunda sobremanera, en los ámbitos académico, profesional, político, del debate público y de la comunicación. Su vida ha sido polifacética y en esta nota me he de referir sólo a algunos aspectos sobresalientes de su trayectoria vital. Debo mencionar aquí que falleció justo el mismo día que otro gigante del Derecho Público europeo, Klaus Stern (1932-2023), una anécdota que pone de manifiesto la tremenda valía de esa generación, en el Sur y en el Norte de Europa.

Gaspar Ariño Ortiz estudió el bachillerato en el colegio San José de los jesuitas de Valencia y en la Universidad de esa misma ciudad llevó a cabo la Licenciatura de Derecho entre 1953 y 1958. Siempre que visitaba Valencia gustaba de recorrer las calles junto a la Universidad renacentista de la calle de la Nave y detenerse ante la figura en bronce del gran humanista valenciano, Luis Vives, amigo de Tomás Moro y Erasmo de Rotterdam. Un retrato de Sir Tomás Moro ha presidido siempre el despacho de Gaspar de la calle Serrano, colocado a las espaldas de su silla, a su izquierda. Este cuadro presidía también el despacho de la calle Santa Engracia, donde había dado comienzo su actividad profesional como abogado. Se trata de un encargo, que él mismo hizo, espléndidamente ejecutado a partir del retrato pintado por Holbein el Joven, de la Frick Collection (Nueva York), y el de Rubens, elaborado como recreación del anterior, entre 1629 y 1630, que tenemos en el Museo del Prado.

Entre las varias facetas de la vida de Gaspar, una destaca sobre las demás: su condición de universitario, profesor e investigador. Tras terminar la Licenciatura en Derecho se trasladó a Madrid, para realizar los estudios de doctorado y asistió a las clases de D. Joaquín Garrigues. Hubo de trasladarse a Zaragoza y allí, a raíz de un curso de doctorado sobre el contrato de obra pública, impartido por D. Aurelio Guaita Martorell, decidió dedicar su actividad científica al Derecho Administrativo. De regreso a Madrid, elaboró la tesis doctoral con el Maestro José Luis Villar Palasí, sobre La teoría del equivalente económico en los contratos administrativos. Publicada en 1968, se trata de una obra señera en el Derecho Público español. Desde entonces, el profesor Ariño ha sido una de las figuras más destacadas en el ámbito de la contratación pública, con otras publicaciones verdaderamente memorables y con una intensa actividad profesional en el ámbito del asesoramiento jurídico y la abogacía en esa materia. Integrado desde su regreso de Zaragoza a Madrid en la Escuela Nacional de Administración Pública y en el Instituto de Estudios Administrativos, desarrolló desde ese centro una cualificada actividad investigadora, que le condujo a escribir y publicar algunos de los pilares sobre los que se asienta la ciencia del Derecho Administrativo español, desde entonces. Me refiero, por ejemplo, a los siguientes libros: La Administración institucional (1972), La afectación de bienes al servicio público (1973), y Las tarifas de los servicios públicos (1976).

Hasta aquí, he proporcionado unas someras pinceladas de aquello que convirtió al profesor Ariño en uno de los más destacados administrativistas del siglo XX. Un acontecimiento biográfico tuvo lugar en 1975, que le habría de conducir a convertirse en el líder en España y en Iberoamérica de un cambio de proporciones descomunales. En 1975 se trasladó a Estados Unidos, como becario de la fundación Ford, como profesor visitante de la Brookings Institution de Washington. Esa estancia, desde donde conoció otros centros universitarios de EE.UU., fue seguida de otra como consultor de la Rand Corporation en California, en el curso 1976-77. En Estados Unidos descubrió e importó la regulación, adaptándola a nuestra cultura de Derecho administrativo. Lo hizo de modo ininterrumpido en esos más de cuarenta y cinco años (1975-2022). Por ejemplo, Ariño era ya un experto en contratación pública, cuando a raíz de su estancia en los Estados Unidos, descubrió que el contrato es también una forma de regular (regulation by contract). Su estudio en Estados Unidos fue providencial y beneficioso para nuestro país, pues estaba ya emergiendo un modelo distinto al keynesiano, el que habría de extenderse en el mundo una década después. Gaspar estaba ya familiarizado con ese nuevo modelo y supo dirigir y orientar tantas investigaciones en ese nuevo contexto.

A su regreso de Estados Unidos ganó la Cátedra de Derecho Administrativo en 1978, primero en la Universidad de La Laguna y luego en otras varias Universidades españolas (en los últimos años, y desde 1988, en la Universidad Autónoma de Madrid).

Gaspar Ariño Ortiz fue abogado durante largas décadas, en un despacho de mucho éxito, junto a varios otros muy cualificados abogados y académicos. Dado el prestigio adquirido por Gaspar en materia de regulación, el despacho estaba especializado no sólo en contratación pública, sino también en energía, telecomunicaciones, agua, transportes, servicios públicos…. Estos conocimientos explican que fuese elegido Presidente de Honor de la Asociación española de Derecho de la Energía (AEDEN).

Fue Diputado por Valencia en las Cortes Generales, en las listas del Partido Popular (1989-1993). Procedía del Partido Liberal, del cual fue Vicepresidente, hasta que sus miembros se integraron en Alianza Popular. Su interés por las cuestiones políticas no se limitó a esos años de actividad parlamentaria. Muy al contrario, su interés por las cuestiones sujetas en cada momento al debate público fue una constante en su vida. Eso se manifestó en abundantes artículos en prensa escrita, muy particularmente en «Expansión», pero también en otros diarios (un artículo en el Diario «ABC» le valió, por cierto, el Premio Luca de Tena).  En los últimos diez años de su vida coronó su ya ingente producción científica con varios libros sobre las más candentes preocupaciones de la vida política nacional. A continuación, enumero alguno de esos libros de naturaleza política: Regenerar el Estado, reconstruir la democracia (2012), La Corona. Reflexiones en voz baja (2013), La independencia de Cataluña (2015), La nueva izquierda. Perfiles identitarios (2015), Populismo y Democracia. La izquierda populista en España (2016), y Democracia e Igualdad. Populismo y Estado de Derecho (2021).

En el primer Gobierno de José María Aznar fue nombrado Miembro del Consejo Consultivo de Privatizaciones (1996), puesto del que dimitió cuando le designaron Consejero de Telefónica de España. Su condición de líder en la implantación de un modelo de liberalización y regulación de empresas privatizadas y su vinculación a una de tales empresas privatizadas, explican su denodado y fructífero esfuerzo en la construcción de una comunidad iberoamericana. Eso le condujo, junto con el Profesor Juan Carlos Cassagne y otros, a fundar la Asociación Iberoamericana de Estudios de Regulación (ASIER). Su abundante obra científica es de una relevancia difícilmente ponderable. Ariño trabajó hasta el último día, tanto que pocas semanas antes de fallecer publicó su último libro, titulado La batalla de los precios y la reforma de los mercados eléctricos, un libro admirable que nos ha legado, el último de una larga lista de publicaciones suyas sobre el sector eléctrico, al que dedicó casi cincuenta de estudio, desde todas las perspectivas posibles.

Gaspar Ariño fue un hombre entre dos mundos, en verdad. Nos recuerda así a otros polímatas, como Emmanuel Swedenborg (El habitante de dos mundos, 2000), científico sueco del siglo XVIII, no sólo porque destacó en varias ciencias sociales (el Derecho y la Ciencia Política), sino porque fue protagonista tanto del mundo característico del Derecho Administrativo cristalizado en España a partir de los años cincuenta del siglo XX, como del mundo de la Regulación, que irrumpió en Occidente en las últimas décadas del mismo siglo y que hoy subsiste, en constante transformación.

Ariño lideró una revolución científica en el ámbito del Derecho público en un sentido verdaderamente kuhniano. Ejerció de palanca para el cambio de un paradigma a otro, pues construyó un nuevo sistema de relaciones entre el poder público y la economía. Pudo llevar a cabo esa revolución porque había hecho auténticamente suyo el acervo doctrinal compartido por la comunidad científica durante los tres primeros cuartos del siglo XX. Piénsese en sus trabajos señeros sobre el contrato, la administración institucional, el dominio público, etc. Esas publicaciones le hacían brillar entre la comunidad de los administrativistas y desde ahí pudo liderar el proceso hacia la construcción de un nuevo Derecho administrativo económico, donde la regulación ocupa un lugar preeminente. Esta pertenencia a dos mundos (el antiguo y el nuevo), le colocó en condiciones óptimas para hacer avanzar la ciencia del modo en que lo consiguió, hasta ofrecernos una visión completa del nuevo modelo.

También la vida intelectual de Gaspar Ariño ha consistido en un viaje donde ha visitado muchos y variadísimos lugares, sin miedo a encontrarse con personas que pensaran distinto que él, con el propósito de contrastar sus convicciones con el mundo y con la realidad (insistía siempre Gaspar en que todas las teorías hay que testarlas con la realidad) y en esos lugares aprendió nuevas cosas, para después, generosamente, transmitírnoslas a sus discípulos.

Su muerte aconteció la víspera de su cumpleaños, que celebró así junto con su mujer, María Gutiérrez Noguera, con quien constituyó una maravillosa familia de cinco hijos y muchos nietos.